lunes, 20 de enero de 2014

METAFÍSICA - LIBRO SEXTO (Ε)

LIBRO VI (Ε)

Capítulo 1
LA CLASIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS TEORÉTICAS. ONTOLOGÍA Y TEOLOGÍA

Buscamos los principios y las causas de los entes, pero es claro que en cuanto entes. Hay, en efecto, una causa de la salud y del bienestar, y de las Cosas matemáticas hay principios y elementos y causas, y, en suma, toda ciencia basada en la razón o que participa en algo del razonamiento versa sobre causas y principios, ora más rigurosos ora más simples. Pero todas estas ciencias, habiendo circunscrito algún ente y algún género, tratan acerca de él, y no acerca del Ente en general ni en cuanto ente, ni se preocupan para nada de la quididad, sino que, partiendo de ésta, unas después de ponerla de manifiesto para la sensación y otras tomando la quididad como hipótesis, demuestran así, con más o menos rigor, las propiedades inherentes al género de que se ocupan. Por eso es evidente que no hay demostración de la substancia ni de la quididad a base de tal inducción, sino que es otro el modo de su manifestación. De igual manera, tampoco dicen nada acerca de si existe o no existe el género de que tratan, por ser propio de la misma operación del entendimiento mostrar la quididad y su existencia. Y, puesto que también la Física es una ciencia que versa sobre cierto género del Ente (pues trata de aquella substancia que tiene en sí misma el principio del movimiento y del reposo), es evidente que ni es práctica ni factiva (las cosas factibles, en efecto, tienen en el que las hace su principio, que es la mente, o algún arte o potencia, y las practicables lo tienen en el que las practica, y es el propósito; pues lo practicable y lo propuesto son lo mismo); de suerte que, si toda operación del entendimiento es práctica o factiva o especulativa, la Física será una ciencia especulativa, pero especulativa acerca de un ente tal que sea capaz de moverse, y acerca de la substancia, según el enunciado generalmente, pero no separable. Y es preciso que no desconozcamos cómo es la esencia y el enunciado, pues sin esto de nada servirá la indagación. Pues bien, de las cosas que se definen y de las quididades, unas son como lo chato, y otras, como lo cóncavo. Y se diferencian en que lo chato se toma junto con la materia (pues lo chato es una nariz cóncava), mientras que la concavidad es independiente de la materia sensible. Pero, si todas las cosas naturales se enuncian como lo chato, por ejemplo nariz, ojo, rostro, carne, hueso..., en una palabra, animal; hoja, raíz, corteza..., en suma, planta (pues ninguna de estas cosas puede prescindir del movimiento en su enunciado, sino que siempre implican materia), está claro cómo se debe buscar y definir la quididad en las cosas naturales, y por qué es propio del físico especular también sobre aquella clase de alma que no se da sin la materia. Así, pues, que la Física es especulativa se ve claro por lo dicho.
También la Matemática es especulativa. Pero no vamos a resolver ahora si trata de entes inmóviles y separados, aunque está claro que algunas ramas de las Matemáticas los consideran en cuanto inmóviles y separados. Y, si hay algo eterno e inmóvil y separado, es evidente que su conocimiento corresponde a una ciencia especulativa, pero no a la Física (pues la Física trata de ciertos seres movibles) ni a la Matemática, sino a otra anterior a ambas. Pues la Física versa sobre entes separados, pero no inmóviles, y algunas ramas de la Matemática, sobre entes inmóviles, pero sin duda no separables, sino como implicados en la materia. En cambio, la Ciencia primera versa sobre entes separados e inmóviles. Ahora bien: todas las causas son necesariamente eternas, y sobre todo éstas; porque éstas son causas de los entes divinos que nos son manifiestos. Por consiguiente, habrá tres filosofías especulativas: la Matemática, la Física y la Teología (pues a nadie se le oculta que, si en algún lugar se halla lo divino, se halla en tal naturaleza, y es preciso que la más valiosa se ocupe del género más valioso. Así, pues, las especulativas son más nobles que las otras ciencias, y ésta, más que las especulativas. Podría dudarse, en efecto, si la Filosofía primera es universal o si trata de algún género o de alguna naturaleza en particular (pues no hay un modo único ni siquiera en las Matemáticas, sino que la Geometría y la Astronomía tratan de cierta naturaleza, mientras que la Matemática universal es común a todas). Pues bien, si no hay ninguna otra substancia aparte de las constituidas por la naturaleza, la Física será Ciencia primera; pero, si hay alguna substancia inmóvil, éstas será anterior y Filosofía primera, y universal precisamente por ser primera; y a ésta corresponderá considerar el Ente en cuanto ente, su quididad y las cosas que le son inherentes en cuanto ente.

Capítulo 2
LOS SENTIDOS DE «SER» Y «LO QUE ES». QUE NO HAY CIENCIA DE LO QUE ES ACCIDENTALMENTE

Mas, puesto que «Ente» dicho sin más tiene varios sentidos, uno de los cuales es el Ente por accidente, y otro el Ente como verdadero, y el no-ente como falso, y, aparte de éstos, tenemos las figuras de la predicación (por ejemplo «qué», «de qué cualidad», «cuán grande», «dónde», «cuándo», y si alguna otra significa de este modo), y, todavía, además de todos éstos, el Ente en potencia y el Ente en acto. – Puesto que, en efecto, el Ente tiene varios sentidos, digamos en primer lugar del Ente por accidente que no es posible ninguna especulación sobre él. Y la prueba es que ninguna ciencia, ni práctica ni factiva ni especulativa, se ocupa de él. Pues ni el que hace una casa hace los accidentes que acompañan a la construcción de la casa (pues son infinitos, ya que nada impide que, una vez hecha, sea para unos agradable, nociva para otros y para otros útil, y diversa, por decirlo así, de todos los entes; y ninguno de estos accidentes es efecto del arte de construir). Y, del mismo modo, tampoco el geómetra considera los accidentes de las figuras ni si son cosa diferente «triángulo» y «triángulo conteniendo dos rectos». Y es razonable que así ocurra, pues el accidente es como un simple nombre. Por eso Platón acertó en cierto modo al decir que la Sofística trataba del noente. Pues las consideraciones de los sofistas, casi sin excepción, versan sobre el accidente: si hay diferencia o identidad entre «músico» y «gramático», y entre «Corisco músico» y «Corisco», y si todo lo que es, pero no siempre, ha llegado a ser, de suerte que, si, siendo músico, ha llegado a ser gramático, también siendo gramático habrá llegado a ser músico, y todos los demás razonamientos que hay de esta clase. El accidente, en efecto, parece tener cierta afinidad con el no-ente. Y es evidente también por razones como la siguiente: porque de las cosas que son de otro modo hay generación y corrupción, pero, de los entes por accidente, no. Sin embargo, hemos de decir todavía acerca del accidente, en lo posible, cuál es su naturaleza y a qué causa debe el ser. Pues quizás al mismo tiempo quedará claro también por qué no hay ciencia de él. Puesto que, entre los entes, hay unos que son siempre del mismo modo y por necesidad, no por la necesidad caracterizada por la violencia, sino por aquella a que nos referimos cuando algo no puede ser de otro modo, y otros no son por necesidad ni siempre, pero sí generalmente, éste es el principio y ésta la causa de que exista el accidente. Pues a lo que ni es siempre ni generalmente, a eso llamamos accidente. Por ejemplo, si en la canícula se produce mal tiempo y frío, decimos que es accidental, pero no si hace bochorno y calor, porque esto se da siempre o generalmente, y aquello no.
También es accidental que un hombre sea blanco (pues ni lo es siempre ni generalmente), pero que sea animal no es por accidente. Y que un arquitecto produzca la salud es accidente, porque lo natural no es que haga esto el arquitecto, sino el médico, y es accidental que sea médico el arquitecto. Y un cocinero, buscando la satisfacción del gusto, puede hacer algo saludable, pero no en virtud del arte de cocinar. Por eso decimos que esto es accidental, y que a veces lo hace, pero no siempre. Pues, para los otros entes, hay [a veces] potencias que los producen; en cambio, para éstos no hay ningún arte ni potencia determinada; pues la causa de lo que es o deviene por accidente es también por accidente. De suerte que, puesto que no todas las cosas están por necesidad y siempre en el ser o en el devenir, sino que la mayoría están sólo generalmente, es necesario que exista el Ente por accidente. Por ejemplo, ni siempre ni generalmente es músico el hombre blanco; mas, puesto que a veces llega a serlo, lo será por accidente (y, si no, todas las cosas serán por necesidad); de suerte que la materia, que admite otro modo además del que se da generalmente, será causa del accidente. Y aquí tenemos que comenzar preguntando si no hay nada que no sea ni siempre ni habitualmente. ¿O es esto imposible? Hay, por consiguiente, algo además de estas cosas, y es lo fortuito y accidental. Pero ¿se da quizá lo habitual, mientras que a nada le corresponde el siempre, o hay algunas cosas eternas? De esto nos ocuparemos más tarde.
Pero está claro que no hay ciencia del accidente. Pues toda ciencia es de lo que o se da siempre o habitualmente. De lo contrario, ¿cómo se podría aprender o enseñar a otro? Es preciso, en efecto, que esté definido o por el «siempre» o por el «habitualmente»; por ejemplo, que la hidromiel es habitualmente provechosa para el calenturiento; mas no se podrá decir lo que está al margen de esto: cuándo no, por ejemplo con luna nueva; pues este «con luna nueva» tendría que darse también siempre o habitualmente; y el accidente está al margen de esto. Queda, pues, dicho qué es el accidente y cuál es su causa, y que no hay ciencia de él.

Capítulo 3
NATURALEZA Y CAUSAS DE LO QUE ES ACCIDENTALMENTE

Y que hay principios y causas generables y corruptibles sin que se generen ni corrompan, es evidente. Pues, si no es así, todas las cosas serán por necesidad, si necesariamente ha de existir alguna causa no accidental de lo que se genera y se corrompe. En efecto, ¿sucederá tal cosa o no? Sí, si se produce tal otra; pero, si no, no. Y ésta se producirá si se produce otra. Y así, es evidente que, restando incesantemente tiempo a un tiempo finito, se llegará al presente; de suerte que este hombre morirá [de enfermedad o] violentamente, si sale; y hará esto, si tiene sed; y la tendrá, si sucede otra cosa; y así se llegará a lo que ahora sucede o a algo de lo ya sucedido. Por ejemplo, saldrá si tiene sed, y la tendrá si come cosas picantes; pero esto último sucede o no sucede; de suerte que necesariamente morirá o no morirá. Y, de modo semejante, si uno se remonta a lo ya sucedido, el razonamiento será el mismo; pues esto —me refiero a lo ya sucedido- está ya presente en algo; por consiguiente, todas las cosas futuras serán por necesidad; por ejemplo, que muera el que está vivo, pues ya se ha producido algo, por ejemplo los contrarios dentro de él. Pero, si ha de morir de enfermedad o violentamente, aún no está decidido, a no ser que suceda tal cosa determinada. Es, pues, evidente que se llegará a algún principio; pero éste ya no se remontará a otra cosa. Éste será, por consiguiente, el principio de lo que sucede por azar, y no habrá ninguna otra causa de la generación de este principio.
Pero hemos de indagar sobre todo a qué principio y a qué causa nos lleva esta reducción, si a la causa material o a la final o a la eficiente.87

Capítulo 4
«SER» EN EL SENTIDO DE «SER VERDADERO»

Así, pues, dejemos ya el Ente por accidente (pues ya queda bastante determinado).
Pero el Ente como verdadero y el no-ente como falso, puesto que se trata de composición y división, y el conjunto total abarca la partición de la contradicción (lo verdadero, en efecto, implica la afirmación en el compuesto y la negación en lo dividido, y lo falso, la contradicción de esta partición; pero cómo se realiza el pensar simultánea o separadamente es otra cuestión; y digo «simultáneamente» y «separadamente» de tal modo que no se produzca una sucesión, sino algo uno); pues no están lo falso y lo verdadero en las cosas, como si lo bueno fuese verdadero y lo malo falso, sino en el pensamiento; y, en relación con las cosas simples y con las quididades, ni en el pensamiento.

Así, pues, todo lo que conviene considerar acerca del Ente y del no-ente en este sentido debe ser examinado posteriormente. Y, puesto que la complexión y la separación se dan en el pensamiento, pero no en las cosas, y el Ente en este sentido es un Ente diferente de los entes en sentido propio (pues el pensamiento añade o quita la quididad o la cualidad o la cantidad o alguna otra cosa), debemos omitir el Ente como accidente y el Ente como verdadero —pues la causa del primero es indeterminada, y la del segundo, alguna afección del pensamiento, y ambos se refieren al otro género del Ente, y no manifiestan que haya fuera ninguna naturaleza del Ente-. Por eso debemos omitirlos, y considerar las causas y los principios del Ente mismo en cuanto ente. Pero ya quedó claro, al determinar cuántos sentidos tiene cada término, que «Ente» tiene varias acepciones.

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