martes, 21 de enero de 2014

METAFÍSICA - LIBRO DUODÉCIMO (Λ)

LIBRO XII (Λ)

Capítulo 1
LOS TRES TIPOS DE ENTIDAD

Nuestra especulación versa sobre la substancia, pues buscamos los principios y las causas de las substancias. En efecto, si el Universo es como un todo, la substancia es su primera parte; y si su cohesión consiste sólo en ser seguido, también entonces es primero la substancia, y después la cualidad, y después la cantidad. Y, al mismo tiempo, estas cosas ni siquiera son entes, por decirlo así, en sentido absoluto, sino cualidades y movimientos; de lo contrario, también lo serían lo no-blanco y lo no-recto; pues también de éstos decimos que son, por ejemplo cuando decimos «es no-blanco». Por otra parte, ninguna de las demás categorías es separable. Así lo atestiguan también, en la práctica, los antiguos, pues los principios y elementos y causas que buscaban eran los de la substancia. Nuestros contemporáneos consideran más bien como substancias los universales (universales son, en efecto, los géneros, a los que atribuyen en mayor grado la condición de principios y substancias porque su indagación es de carácter lógico). Pero los antiguos consideraban substancias las cosas singulares, como el Fuego o la Tierra, pero no lo común, el Cuerpo.
Hay tres clases de substancias. Una es la sensible, que se divide en eterna y corruptible. Ésta es admitida por todos; por ejemplo, las plantas y los animales. La otra es la eterna, cuyos elementos es necesario inquirir, ya sea uno ya varios. La tercera es inmóvil, y de ella dicen algunos que es separable; y unos la dividen en dos, mientras que otros incluyen en una misma naturaleza las Especies y las Cosas matemáticas, y otros sólo admiten las Cosas matemáticas. Las dos primeras pertenecen al dominio de la Física (pues implican movimiento); pero la tercera corresponde a otra ciencia, si no hay ningún principio común a todas ellas.
La substancia sensible es mudable. Y, si el cambio se realiza desde los opuestos o los intermedios, pero no desde toda clase de opuestos (pues la voz es algo no-blanco), sino desde lo contrario, es necesario que haya un sujeto que cambie de un contrario a otro, pues lo que cambia no son los contrarios.

Capítulo 2
MATERIA, PRIVACIÓN Y FORMA COMO PRINCIPIOS DEL CAMBIO

Además, esto permanece, mientras que los contrarios no permanecen. Por consiguiente, hay, además de los contrarios, una tercera cosa: la materia. Si, por consiguiente, las clases de cambio son cuatro: o bien en el sentido de la quididad, o de la cualidad, o de la cantidad, o del lugar, y la generación absoluta y la corrupción constituyen el cambio en cuanto a la quididad, y el aumento y la disminución, en cuanto a la cantidad, y la alteración, en cuanto a la cualidad, y la traslación, en cuanto al lugar, los cambios se producirán hacia los contrarios en cada uno de estos sentidos. Por consiguiente, tiene que ser la materia la que cambie, siendo en potencia ambos contrarios. Y, puesto que el Ente es doble, todo cambia desde el Ente en potencia hasta el Ente en acto (por ejemplo, desde lo blanco en potencia hasta lo blanco en acto, y lo mismo en el caso del aumento y la disminución); de suerte que no sólo accidentalmente es posible llegar a ser desde un no-ente, y, por otra parte, todas las cosas llegan a ser desde un ente: desde un ente en potencia, y desde un no-ente en acto. Y éste es el «Uno» de Anaxágoras; pues es mejor que «juntamente todas las cosas»; y la «Mezcla» de Empédocles y de Anaximandro, y lo que dice Demócrito: «Estaban juntamente todas las cosas en potencia, pero no en acto». Tuvieron, por consiguiente, cierto conocimiento de la materia.
Todas las cosas que cambian tienen materia, pero diferente; y, de las cosas eternas, las que, no siendo generables, son movibles por traslación; pero materia no generable, sino trasladable.
Puede uno preguntarse desde qué clase de no-ente se produce la generación, pues «no-ente» se dice en tres sentidos. Y si, como sabemos, tiene que ser algo en potencia, no, sin embargo, de cualquier cosa, puesto que cada cosa procede de otra distinta. Y no basta decir que todas las cosas estaban juntamente; pues se diferencian por la materia; ¿por qué, si no, llegaron a ser infinitas y no una? El Entendimiento, en efecto, es uno; de suerte que, si también la materia fuese una, sólo se habría producido en acto aquello de lo que la materia fuese en potencia.
Tres son, pues, las causas y tres los principios: dos constituyen la contrariedad, de la cual es un miembro el enunciado y la especie, y el otro, la privación. El tercer principio es la materia.

Capítulo 3
LA GENERACIÓN Y LA FORMA

A continuación diremos que no se generan ni la materia ni la especie; me refiero a la materia y a la especie últimas. Pues todo lo que cambia es algo y es cambiado por algo y hacia algo. Aquello por lo que cambia es el primer motor; lo que cambia es la materia, y aquello hacia lo que cambia, la especie. Pues bien, se procederá al infinito si no sólo se hace redondo el bronce, sino que también se hace la redondez o el bronce; por consiguiente, es necesario detenerse.
Digamos a continuación que cada substancia se genera desde otra del mismo nombre (tanto las cosas que son substancias por naturaleza como las otras). Pues las cosas se producen o por arte, o por naturaleza, o por suerte, o por casualidad. El arte es un principio que está en otro; la naturaleza, un principio que está en la cosa misma (el hombre, en efecto, engendra un hombre), y las demás causas, privaciones de éstas. Las substancias son de tres clases: la materia, que es algo determinado en apariencia (pues las cosas unidas por contacto y no por unión natural son materia y sujeto); la naturaleza, que es algo determinado y cierta manera de ser hacia la cual tiende la materia; y la tercera, compuesta de estas dos, es la individual, por ejemplo Sócrates o Calias. Pues bien, en algunos casos el algo determinado no existe fuera de la substancia compuesta, por ejemplo la especie de una casa, a no ser el arte (ni hay generación y corrupción de estas cosas, sino que de otro modo existen y no existen la casa inmaterial y la salud y todo lo perteneciente al arte); pero, si existe aparte, es en las cosas que se producen por naturaleza. Por eso no dijo mal Platón que son Especies todas las cosas naturales, si es que hay Especies distintas de estas cosas, por ejemplo fuego, carne, cabeza; pues todas son materia, y la última lo es de la substancia en grado sumo. Las causas motrices son anteriores a sus efectos; las que son como el concepto son simultáneas. En efecto, cuando el hombre está sano, entonces existe también la salud, y la figura de la esfera broncínea se da simultáneamente con la esfera broncínea (pero si, además, subsiste o no algo posteriormente, habrá que investigarlo; pues, en algunas cosas, nada lo impide, por ejemplo si el alma es tal; pero no toda entera, sino el entendimiento, pues que subsista entera sin duda es imposible).
Es claro, por consiguiente, que, al menos por esto, no hay ninguna necesidad de que existan las Ideas. Un hombre, en efecto, engendra a un hombre, uno individual a uno determinado. Y de modo semejante sucede también en las artes, pues el arte medicinal es el concepto de la salud.

Capítulo 4
LOS ELEMENTOS Y LAS CAUSAS DE LAS REALIDADES SENSIBLES

Las causas y principios de cosas diferentes son, en un sentido, diferentes; pero, en otro sentido, si se habla universal y analógicamente, son los mismos para todas las cosas. Podría dudarse, en efecto, si son diferentes o idénticos los principios y elementos de las substancias y de las relaciones, e igualmente para cada una de las categorías. Pero sería absurdo que fuesen los mismos para todas; pues en tal caso tendrían el mismo origen las relaciones que las substancias. Pero ¿qué sería esto?.
Porque fuera de la substancia y de los demás predicamentos no hay nada común, y el elemento es anterior a aquello de lo que es elemento. Pero ni la substancia es elemento de las relaciones, ni ninguna de éstas lo es de la substancia.
Además, ¿cómo es posible que todas las cosas tengan los mismos elementos? No es posible, en efecto, que ninguno de los elementos se identifique con la cosa compuesta de elementos, por ejemplo que la B o la A se identifiquen con BA (ni hay, por tanto, elemento común de las cosas inteligibles, por ejemplo el Ente o el Uno, pues éstos están también en cada uno de los compuestos). Por consiguiente, ninguno de ellos será substancia ni relación. Pero tendrían que serlo. Por lo tanto, no son idénticos los elementos de todas las cosas.
Sin embargo, como hemos dicho, en un sentido sí y en otro no; por ejemplo, quizá puede considerarse como especie de los cuerpos sensibles el calor y, por otra parte, el frío, que es su privación, y, como materia, lo que primariamente y por sí es en potencia estas cosas; y son substancias estas cosas y las procedentes de ellas, de las cuales ellas son principios, o si algo que sea uno se genera del calor y del frío, por ejemplo carne o hueso; pues lo generado será necesariamente distinto de aquéllos. Así, pues, los elementos y principios de estas cosas son los mismos (pero diferentes los de cosas diferentes); pero de todas las cosas no se puede decir así, sino analógicamente, como si uno dijera que los principios son tres: la especie, la privación y la materia. Pero cada uno de estos principios es diferente para cada género; por ejemplo, en el color, blanco, negro y superficie; luz, oscuridad y aire son los principios del día y de la noche.
Mas, puesto que no sólo son causas las inmanentes en el efecto, sino también otras externas, por ejemplo la causa motriz, es evidente que difieren entre sí principio y elemento, pero uno y otro son causas, y los principios se dividen en éstos, y lo que mueve o detiene es un principio y una substancia, de suerte que, analógicamente, los elementos son tres, y las causas y principios, cuatro. Pero son diferentes en cosas diferentes, y la primera causa motriz es diferente para cosas diferentes. Salud, enfermedad, cuerpo: la causa motriz es la Medicina. Especie, desorden de tal clase, ladrillos: la causa motriz es la Arquitectura [y en éstos se dividen los principios]. Mas, puesto que la causa motriz, en las cosas naturales, para un hombre es otro hombre, pero, en las que proceden del pensamiento, es la especie o lo contrario, en cierto sentido habrá tres causas, y, en un sentido determinado, cuatro. Pues, en cierto modo, la Medicina es la salud, y la Arquitectura es la especie de una casa, y un hombre engendra a otro hombre. Además, aparte de estas causas, la que, como primera de todas, lo mueve todo.

Capítulo 5
EN QUÉ SENTIDOS LAS CAUSAS DE TODAS LAS COSAS SON LAS MISMAS, Y EN QUÉ SENTIDO SON DISTINTAS

Y, puesto que unas cosas existen separadas y otras no separadas, serán substancias las primeras. Y por eso las causas de todas las cosas son las mismas, porque, sin las substancias, no hay afecciones ni movimientos.
Además, estas causas serán probablemente alma y cuerpo, o entendimiento, deseo y cuerpo.
Y todavía en otro sentido los principios son analógicamente idénticos, por ejemplo acto y potencia; pero también éstos son no sólo diferentes para cosas diferentes, sino también de modo diferente. En algunos casos, en efecto, una misma cosa está una vez en acto y otra vez en potencia, por ejemplo el vino, la carne, un hombre (también éstas están comprendidas en las causas mencionadas; pues la especie, si es separable, está en acto, y también el compuesto de ambas, y la privación, por ejemplo la oscuridad o la enfermedad; pero está en potencia la mate ría, pues ésta es la que puede llegar a ser ambas cosas). De otro modo difieren en acto y en potencia las cosas cuya materia no es la misma, y aquellas cuya especie no es la misma, sino otra, a la manera en que son causa de un hombre los elementos, Fuego y Tierra como materia, y la propia especie, y todavía otra causa exterior, por ejemplo el padre, y, además de estas causas, el Sol y la Eclíptica, que no son materia, ni especie, ni privación, ni de la misma especie, sino causas motrices. Además, es preciso ver que unas causas pueden ser dichas universalmente, y otras no. Ahora bien, los primeros principios de todas las cosas son: lo que es primariamente esto en acto, y otra cosa que lo es en potencia. Por consiguiente, los universales de que hablábamos no existen; pues lo individual es principio de las cosas individuales; un hombre universal, en efecto, lo sería de un hombre universal, pero no existe ninguno, sino que Peleo lo es de Aquiles, y de ti, tu padre, y esta B determinada de esta sílaba BA determinada, y la B en general de BA en general. Después, si es cierto que son causas de todo las de las substancias, sin embargo las causas y los elementos de cosas diferentes son diferentes, como hemos dicho, cuando no pertenecen al mismo género, por ejemplo colores, sonidos, substancias y cantidad, a no ser analógicamente. También para las cosas que están dentro de la misma especie son diferentes, no específicamente, sino porque son diferentes las causas de los individuos: tu materia y tu especie y tu causa motriz y la mía, aunque en su concepto universal sean las mismas.
En cuanto a investigar cuáles son los principios o elementos de las substancias y relaciones y cualidades, si son los mismos o diferentes, es evidente que, si se dicen en varios sentidos, son los mismos para cada cosa; pero, si se distinguen sus acepciones, no serán los mismos, sino diferentes, a no ser en un sentido determinado y aplicados a todas las cosas; en este sentido son los mismos, o lo son analógicamente, porque son materia, especie, privación, causa motriz, y en este sentido las causas de las substancias pueden ser consideradas como causas de todas las cosas, porque, destruidas las substancias, se destruyen todas las cosas. Además, lo primero en entelequia. Pero, en otro sentido, son primordialmente diferentes todos los contrarios, que no se dicen como géneros ni se dicen en varios sentidos. Y todavía las materias.
Así, pues, queda dicho cuáles y cuántos son los principios de las cosas sensibles, y en qué sentido son los mismos y en qué sentido diferentes.

Capítulo 6
HAY UNA ENTIDAD EN ACTO E INMÓVIL QUE CAUSA ETERNAMENTE EL MOVIMIENTO

Puesto que hemos distinguido tres clases de substancias, dos naturales y una inmóvil, hay que decir acerca de esta última que tiene que haber una substancia eterna inmóvil.
Las substancias, en efecto, son los entes primeros, y si todas fuesen corruptibles, todas las cosas serían corruptibles. Pero es imposible que el movimiento se genere o se corrompa (pues, como hemos dicho, ha existido siempre), ni el tiempo. Pues no podría haber antes ni después si no hubiera tiempo. Y el movimiento, por consiguiente, es lo mismo que el movimiento o es una afección suya. Pero el movimiento no es continuo, excepto el movimiento local, y de éste, el circular.
Mas, si hay algo que puede mover o hacer, pero no opera nada, no habrá movimiento; es posible, en efecto, que lo que tiene potencia no actúe. De nada sirve tampoco, por consiguiente, que supongamos substancias eternas, como los partidarios de las Especies, si no hay algún principio que pueda producir cambios. Pero tampoco éste es suficiente, ni otra substancia aparte de las Especies; porque, si no actúa, no habrá movimiento. Y, aunque actúe, tampoco, si su substancia es potencia; pues no será un movimiento eterno; es posible, en efecto, que lo que existe en potencia deje de existir.
Por consiguiente, es preciso que haya un principio tal que su substancia sea acto.
Además, es preciso que estas substancias sean inmateriales; pues, si hay alguna cosa eterna, deben ser eternas precisamente ellas. Son, por consiguiente, acto. Hay, sin embargo, una dificultad. Parece, en efecto, que todo lo que actúa puede actuar, mientras que no todo lo que puede actuar actúa; de suerte que parece anterior la potencia. Pero, si fuese así, no habría ningún ente; cabe, en efecto, que algo pueda ser pero todavía no sea. Y, si es como dicen los teólogos, que todo lo generan de la Noche, o, como dicen los físicos que todas las cosas estaban juntas, se produce el mismo absurdo. Pues ¿cómo podrá haber movimiento si no hay ninguna causa en acto? La madera, en efecto, no se moverá a sí misma, sino que la moverá el arte del carpintero; ni los menstruos, ni la tierra, sino las semillas y el acto generador.
Por eso algunos suponen un acto eterno, como Leucipo y Platón; pues afirman que siempre hay movimiento. Pero por qué lo hay, y qué clase de movimiento, no lo dicen, ni la causa de que sea de tal modo o de tal otro. Nada, en efecto, se mueve al azar, sino que siempre tiene que haber algún motivo; por ejemplo, ahora se mueve así por naturaleza, pero por violencia o por entendimiento o por otra causa se mueve de otro modo. (Además, ¿cuál es el primer movimiento? Esto, en efecto, tiene una importancia enorme.) Pero Platón no puede recurrir aquí al que algunas veces considera como principio, que se mueve él mismo a sí mismo; pues el Alma es una cosa posterior, y simultánea con el Cielo, según dice. Por consiguiente, considerar la potencia como anterior al acto es correcto en un sentido, pero en otro no (ya hemos dicho cómo). Que el acto es anterior, lo atestigua Anaxágoras (pues el Entendimiento es acto), y Empédocles con su doctrina de la Amistad y el Odio, y los que dicen, como Leucipo, que el movimiento es eterno.
Por consiguiente, el Caos y la Noche no duraron tiempo infinito, sino que siempre han existido las mismas cosas, o cíclicamente o de otro modo, si efectivamente el acto es anterior a la potencia. Por tanto, si siempre se repite cíclicamente lo mismo, tiene que subsistir siempre algo que actúe del mismo modo. Y, si ha de haber generación y corrupción, tiene que haber otra cosa que actúe siempre, unas veces de un modo y otras de otro. Tendrá que actuar, por tanto, en cierto modo por sí misma, y en cierto modo, en virtud de otra cosa; por consiguiente, o bien en virtud de un tercero o bien en virtud de la primera causa. Así, pues, actuará necesariamente en virtud de ésta; pues, a su vez, ésta será causa para lo segundo y para lo tercero. Por consiguiente, es preferible admitir la primera causa. Ésta es, en efecto, según hemos dicho, causa de lo que siempre es lo mismo; pero de lo que es de otro modo es causa la otra, y de lo que siempre es de modo diferente son causas ambas evidentemente. Por tanto, así son también los movimientos. ¿Qué necesidad hay, entonces, de buscar otros principios?

Capítulo 7
EL ACTO DE LA ENTIDAD PRIMERA, O DIOS, CONSISTE EN ETERNA ACTIVIDAD INTELECTUAL

Puesto que cabe que sea así, y, si no es así, todo procederá de la Noche, de la Mezcla de todas las cosas, y del no-ente, podemos dar esto por resuelto, y hay algo que se mueve siempre con un movimiento incesante, que es el movimiento circular (y esto no sólo es evidente por el razonamiento, sino también en la práctica). Por consiguiente, el primer Cielo será eterno. Por tanto, hay también algo que mueve. Y, puesto que lo que se mueve y mueve es intermedio, tiene que haber algo que sin moverse mueva, que sea eterno, substancia y acto.
Y mueven así lo deseable y lo inteligible. Mueven sin ser movidos. Las primeras manifestaciones de éstos son idénticas. Es apetecible, en efecto, lo que parece bueno, y es objeto primario de la voluntad lo que es bueno. Y más influye en el deseo la apariencia que en la apariencia el deseo; porque la intelección es un principio. El entendimiento es movido por lo inteligible, y es inteligible por sí una de las dos series; y de ésta es la primera la substancia, y de las substancias, la que es simple y está en acto (pero «uno» y «simple» no es lo mismo, pues «uno» indica medida, y «simple», que la cosa misma es de cierto modo). Pero lo bueno y lo por sí mismo elegible están en la misma serie; y lo primero es siempre lo mejor, o análogo a lo mejor.
Que la causa final es una de las cosas inmóviles lo demuestra la distinción de sus acepciones. Pues la causa final es para algo y de algo, de los cuales lo uno es inmóvil, y lo otro, no.
Y mueve en cuanto que es amada, mientras que todas las demás cosas mueven al ser movidas. Ahora bien, si algo es movido, cabe también que sea de otro modo, de suerte que, si el acto es la traslación primaria, al menos en cuanto es movido en este sentido, cabe que sea de otro modo, en cuanto al lugar, si no en cuanto a la substancia. Y, puesto que hay algo que mueve siendo inmóvil, y siendo en acto, no cabe en absoluto que esto sea de otro modo. La traslación, en efecto, es el primero de los cambios, y de las traslaciones, la circular. Y ésta es la originada por esto. Es, por tanto, ente por necesidad; y, en cuanto que es por necesidad, es un bien, y, de este modo, principio.
«Necesario», en efecto, tiene las acepciones siguientes: primero, lo que se hace a la fuerza, por ser contra el impulso natural; segundo, aquello sin lo cual algo no se puede hacer bien; tercero, lo que no puede ser de otro modo, sino que es absolutamente.
Así, pues, de tal principio penden el Cielo y la Naturaleza. Y es una existencia como la mejor para nosotros durante corto tiempo (pues aquel ente siempre es así; para nosotros, en cambio, esto es imposible), puesto que su acto es también placer (y por eso el estado de vigilia, la percepción sensible y la intelección son lo más agradable, y las esperanzas y los recuerdos lo son a causa de estas actividades). Y la intelección que es por sí tiene por objeto lo que es más noble por sí, y la que es en más alto grado, lo que es en más alto grado.
Y el entendimiento se entiende a sí mismo por captación de lo inteligible; pues se hace inteligible estableciendo contacto y entendiendo, de suerte que entendimiento e inteligible se identifican. Pues el receptáculo de lo inteligible y de la substancia es entendimiento, y está en acto teniéndolos, de suerte que esto más que aquello es lo divino que el entendimiento parece tener, y la contemplación es lo más agradable y lo más noble. Si, por consiguiente, Dios se halla siempre tan bien como nosotros algunas veces, es cosa admirable; y, si se halla mejor, todavía más admirable. Y así es como se halla. Y tiene vida, pues el acto del entendimiento es vida, y Él es el acto. Y el acto por sí de Él es vida nobilísima y eterna. Afirmamos, por tanto, que Dios es un viviente eterno nobilísimo, de suerte que Dios tiene vida y duración continua y eterna; pues Dios es esto. Y cuantos opinan, como los pitagóricos y Espeusipo, que lo más bello y lo más bueno no está en el principio, porque también los principios de las plantas y de los animales son causas, pero lo bello y perfecto está en sus efectos, no piensan rectamente. Pues el esperma procede de otros seres anteriores perfectos, y lo primero no es el esperma, sino lo perfecto; por ejemplo, puede decirse que un hombre es anterior al esperma, no el hombre nacido de este esperma, sino otro del cual procede este esperma. Así, pues, que hay una substancia eterna e inmóvil y separada de las cosas sensibles, resulta claro por lo dicho. Queda también demostrado que no cabe que esta substancia tenga ninguna magnitud, sino que carece de partes y es indivisible (pues mueve durante tiempo infinito, y nada finito tiene potencia infinita; y, puesto que toda magnitud es infinita o finita, no puede, por la razón mencionada, tener magnitud finita; pero tampoco infinita, porque no hay absolutamente ninguna magnitud infinita).
Y también queda demostrado que es impasible e inalterable; pues todos los demás movimientos son posteriores al movimiento local. Es, pues, evidente que estas cosas son de este modo.

Capítulo 8
CUÁNTOS SON LOS MOVIMIENTOS DE LOS CUERPOS CELESTES Y CUÁNTAS LAS ENTIDADES QUE LOS PRODUCEN

La cuestión de si se debe admitir que tal substancia es una o son varias, y cuántas, no debe ser olvidada, sino que conviene recordar que las declaraciones de los otros no dicen acerca de la pluralidad nada claro. Pues la teoría sobre las Ideas no contiene ninguna observación propia (en efecto, los que sostienen la existencia de Ideas dicen que las Ideas son números, y unas veces consideran infinitos los números, y, otras veces, limitados a la década; pero sobre la causa de que la pluralidad de los números tenga ese límite, nada se dice con rigor demostrativo). Nosotros, por nuestra parte, debemos basar nuestra exposición en los supuestos y definiciones anteriores. En efecto, el Principio y el primero de los entes es inmóvil tanto en sí mismo como accidentalmente, pero produce el movimiento primero eterno y único. Y, puesto que todo lo movido es movido necesariamente por algo, y el primer Motor es necesariamente inmóvil en sí, y el movimiento eterno tiene que ser producido por algo que sea eterno, y el movimiento único, por algo que sea uno, pero vemos que, además de la simple traslación del Universo, que decimos producida por la substancia primera e inmóvil, hay otras traslaciones eternas, que son las de los planetas (pues el cuerpo que se mueve circularmente es eterno e incesante en su movimiento; esto ya quedó explicado en la Física), es necesario también que cada una de estas traslaciones sea producida por una substancia inmóvil en sí y eterna. Siendo, en efecto, la naturaleza de los astros cierta substancia eterna, también el motor será eterno y anterior a lo movido, y lo anterior a una substancia será necesariamente una substancia. Está claro, por consiguiente, que tiene que haber otras tantas substancias eternas por naturaleza e inmóviles en sí, y sin magnitud, por la causa anteriormente dicha.Así, pues, está claro que son substancias, y que una de ellas es primera, y otra, segunda, según el mismo orden de las traslaciones de los astros. Para averiguar cuántas son las traslaciones hay que acudir a la más afín a la Filosofía entre las ciencias matemáticas, es decir, a la Astronomía; ésta, en efecto, estudia una substancia sensible, pero eterna, mientras que las otras no estudian ninguna substancia; por ejemplo, la Aritmética y la Geometría.
Pues bien, que las traslaciones son más numerosas que los trasladados, es claro incluso para quienes sólo se detengan a pensar un poco (pues cada uno de los planetas está sometido a más de una). Pero, en cuanto al número de éstas, vamos a exponer ahora, para fundamentar nuestra consideración, las doctrinas de algunos matemáticos, a fin de que pueda nuestro pensamiento concebir alguna pluralidad determinada. Por lo demás, es preciso que, en parte investigando nosotros mismos y en parte informándonos por los que investigan, si algo parece no estar conforme con las actuales doctrinas de los cultivadores de este campo, respetemos a unos y a otros, pero sigamos a los más exactos. Pues bien, Eudoxo puso la traslación del Sol y de la Luna cada una en tres esferas, la primera de las cuales era la de los astros fijos; la segunda, la que sigue el círculo que pasa por medio del Zodíaco, y la tercera, la que sigue un círculo oblicuo a lo ancho del Zodíaco (y la oblicuidad del círculo en que gira la Luna alcanza una latitud mayor que la del que sigue el Sol); y puso la de los planetas en cuatro esferas la de cada uno, y dijo que la primera y segunda de éstas es la misma que aquéllas (pues la de los astros fijos es la que las mueve a todas, y la que está situada bajo ella y tiene su traslación por medio del Zodíaco es común a todos), mientras que los polos de todos los de la tercera están en el círculo que pasa por medio del Zodíaco, y la traslación de la cuarta sigue el círculo oblicuo en relación con el medio de la tercera; y que los polos de la tercera esfera son distintos para cada uno de los demás, pero los de Venus y Mercurio son los mismos. Calipo, por su parte, coincide con Eudoxo en cuanto a la posición de las esferas, es decir, en cuanto al orden de sus distancias; en cuanto a su número, señaló para Júpiter y Saturno el mismo que aquél, pero creía que para el Sol y la Luna había que añadir aún dos esferas, a fin de poder explicar los fenómenos, y, para los restantes planetas, una para cada uno. Pero es necesario, para que todas juntas puedan explicar los fenómenos, que por cada uno de los planetas haya otras esferas, en igual número menos una, que giren en sentido inverso, y restablezcan siempre en su posición la primera esfera del astro colocado debajo; pues sólo así es posible que la totalidad produzca la traslación de los planetas.
Así, pues, teniendo en cuenta que las esferas en que éstos se mueven son, por una parte, ocho, y, por otra, veinticinco, y que las únicas de éstas que no es preciso que giren en sentido inverso son aquellas en que se mueve el planeta situado en el punto más bajo, las que hacen que giren en sentido inverso las de los dos primeros serán seis, y las que causan ese movimiento a las de los cuatro siguientes, dieciséis. Y el número de todas, de las que mueven y de las que hacen girar a éstas en sentido inverso, cincuenta y cinco. Pero, si no se añaden al Sol y a la Luna los movimientos que hemos dicho, el número total de las esferas será cuarenta y siete. Así, pues, sea éste el número de las esferas. Por consiguiente, suponer también el mismo número para las substancias y principios inmóviles [y sensibles] es razonable (lo de necesario quédese para otros más hábiles en la demostración).
Y si no es posible que haya ninguna traslación que no esté ordenada a la traslación de un astro, y si, además, hay que pensar que toda naturaleza y toda substancia impasible y que ha alcanzado por sí misma lo mejor es un fin, no habrá ninguna otra naturaleza además de las que hemos dicho, sino que éste será necesariamente el número de las substancias. Pues si hubiera otras, moverían, ya que serían fin de la traslación. Pero es imposible que haya otras traslaciones además de las mencionadas. Y es razonable deducir esto de la consideración de los cuerpos trasladados. Pues, si todo lo que traslada existe naturalmente por causa de lo trasladado, y si toda traslación es traslación de algo trasladado, ninguna traslación existirá por causa de sí misma ni de otra traslación, sino por causa de los astros. Pues si existiera una traslación por causa de otra traslación, ésta tendría que existir también por causa de otra cosa. Por consiguiente, como no es posible ir al infinito, será fin de toda traslación alguno de los cuerpos divinos que se trasladan por el Cielo.
Que no hay más que un Cielo, es manifiesto. Pues si hubiera más de uno, como sucede con los hombres, el principio relacionado con cada uno sería específicamente uno, pero numéricamente muchos. Ahora bien, las cosas que son muchas en número tienen materia (pues el enunciado de muchos es uno y el mismo, por ejemplo el del hombre, pero Sócrates es uno); en cambio, la esencia primera no tiene materia, pues es una entelequia. Por consiguiente, el primer Motor, que es inmóvil, es uno en enunciado y en número. Y también es uno lo movido siempre y continuamente. Por tanto, uno solo es el Cielo. Ha sido transmitida por los antiguos y muy remotos, en forma de mito, una tradición para los posteriores, según la cual estos seres son dioses y lo divino abarca la Naturaleza entera. Lo demás ha sido añadido ya míticamente para persuadir a la multitud, y en provecho de las leyes y del bien común. Dicen, en efecto, que éstos son de forma humana o semejantes a algunos de los otros animales, y otras cosas afines a éstas y parecidas a las ya dichas, de las cuales si uno separa y acepta sólo lo verdaderamente primitivo, es decir, que creían que las substancias primeras eran dioses, pensará que está dicho divinamente, y que, sin duda, habiendo sido desarrolladas muchas veces en la medida de lo posible las distintas artes y la Filosofía, y nuevamente perdidas, se han salvado hasta ahora, como reliquias suyas, estas opiniones. Así, pues, sólo hasta este punto nos es manifiesta la opinión de nuestros mayores y la tradición primitiva.

Capítulo 9
EL ACTO DE LA ENTIDAD PRIMERA ES AUTOINTELECCIÓN

Pero lo relativo al Entendimiento plantea algunos problemas. Parece, en efecto, ser el más divino de los fenómenos; pero explicar cómo puede ser tal, presenta algunas dificultades. Pues, si nada entiende, ¿cuál será su dignidad? Más bien será, entonces, como uno que durmiera. Y, si entiende, pero depende en esto de otra cosa, pues su substancia no es esto, es decir, intelección, sino potencia, entonces no será la substancia más noble; su nobleza, en efecto, la debe a la intelección. Además, tanto si su substancia es entendimiento como si es intelección, ¿qué entiende? O bien, en efecto, se entiende a sí mismo, o bien alguna otra cosa. Y, si entiende alguna otra cosa, o bien es siempre la. misma, o no. Ahora bien, ¿hay alguna diferencia o ninguna entre entender lo hermoso o lo vulgar? ¿No es incluso absurdo pensar sobre algunas cosas?
Es, pues, evidente que entiende lo más divino y lo más noble, y no cambia; pues el cambio sería a peor, y esto sería ya cierto movimiento.
Así, pues, en primer lugar, si no es intelección, sino potencia, es natural que sea fatigosa para él la continuidad de la intelección. Además, es evidente que habría otra cosa más honorable que el Entendimiento, a saber, lo entendido. En efecto, el entender y la intelección se dará también en el que entiende lo más indigno; de suerte que, si esto debe ser evitado (efectivamente, no ver algunas cosas es mejor que verlas), la intelección no puede ser lo más noble. Por consiguiente, se entiende a sí mismo, puesto que es lo más excelso, y su intelección es intelección de intelección.
Pero la ciencia, la sensación, la opinión y el pensamiento parecen ser siempre de otra cosa, y sólo secundariamente de sí mismos. Además, si una cosa es entender y otra ser entendido, ¿en cuál de las dos reside su nobleza? Pues no es lo mismo el ser de la intelección que el ser de lo entendido. ¿O, en algunos casos, la ciencia es el objeto: en las productivas sin materia, la substancia y la esencia, y en las especulativas, el enunciado y la intelección son el objeto? No siendo, pues, distinto lo entendido y el
Entendimiento, en las cosas inmateriales, será lo mismo, y el Entendimiento se identificará con lo entendido. Queda todavía una dificultad, si lo entendido es compuesto; pues el Entendimiento cambiaría en las partes del todo. O bien ¿es indivisible todo lo que no tiene materia —como el entendimiento humano, o el de los seres compuestos, se halla en algunos momentos (pues no tiene su bien en esto o en lo otro, sino el Sumo Bien en cierto todo, que es distinto de él)—, y así se halla durante la eternidad la Intelección misma de sí misma?

Capítulo 10
EL BIEN EN EL UNIVERSO. CRÍTICAS A OTRAS TEORÍAS RELATIVAS A LOS PRINCIPIOS

Se debe investigar también de cuál de estas dos maneras está el Bien o el Sumo Bien en la naturaleza del Universo: ¿como algo separado e independiente, o como el orden?
¿O de ambas maneras, como en un ejército? Aquí, en efecto, el bien es el orden y el general, y más éste; pues no existe éste gracias al orden, sino el orden gracias a éste.
Y todas las cosas están coordinadas de algún modo, pero no igualmente, los peces, las aves y las plantas; y no es como si las unas no tuvieran ninguna relación con las otras, sino que tienen alguna. Pues todas las cosas están coordinadas hacia una; pero del mismo modo que, en una casa, los libres son los que menos pueden hacer cualquier cosa, sino que todas o la mayoría están ordenadas, mientras que los esclavos y los animales contribuyen poco al bien común, y generalmente obran al azar. Tal es, en efecto, el principio que constituye la naturaleza de cada cosa. Digo, por ejemplo, que todas tienen que llegar, al menos, a ser disueltas, y son así otras cosas de las que participan todas para el todo. Conviene tener presentes los imposibles o absurdos en que incurren los que sostienen otras opiniones, y cuáles son los puntos de vista de los que mejor han enseñado, y en cuáles se presentan menos dificultades. Todos, en efecto, afirman que todas las cosas proceden de contrarios. Pero ni «todas las cosas» ni «de contrarios» son expresiones correctas, y, en los casos en que se dan los contrarios, no nos dicen cómo pueden las cosas proceder de ellos; pues los contrarios son impasibles recíprocamente. Nosotros, en cambio, solucionamos esto razonablemente, introduciendo un tercer factor. Otros enseñan que uno de los contrarios es materia, como los que dicen que lo Desigual es materia para lo Igual, y lo Múltiple, para el Uno. Pero también esto se resuelve del mismo modo; pues la materia que es una no es contrario para nada. Además, todas las cosas, fuera del Uno, se formarían por participación del Mal; pues el Mal mismo es uno de los dos elementos.
Y los otros ni siquiera ponen como principios el Bien y el Mal; sin embargo, el Bien es en todas las cosas el principio por excelencia. Tienen razón los que dicen que el Bien es principio; pero no explican cómo lo es, si como fin o como motor o como especie.
También es absurdo el parecer de Empédocles; pues, según él, el Bien es la Amistad, y ésta es principio como causa motriz (puesto que congrega) y como materia, pues es parte de la mezcla. Pero, aunque una misma cosa sea accidentalmente principio como materia y como motor, su ser no es el mismo. Por consiguiente, ¿en cuál de los dos sentidos es principio la Amistad? Y también es absurdo que lo incorruptible sea el Odio; pero éste es para él la naturaleza del Mal.
Anaxágoras, por su parte, considera el Bien principio como motor; pues el Entendimiento mueve. Pero mueve por causa de algo, de suerte que el principio es otra cosa, a no ser como nosotros decimos; la Medicina, en efecto, es en cierto modo la salud. Y también es absurdo no poner ningún contrario para el Bien y para el Entendimiento. Pero ninguno de los que hablan de los contrarios se sirve de ellos, a no ser que alguien los interprete convenientemente. Y nadie dice por qué unas cosas son corruptibles y otras incorruptibles; pues, según ellos, todos los entes proceden de los mismos principios. Además, unos afirman que los entes proceden del no-ente; y otros, para no verse obligados a esto, dicen que todas las cosas son una.
Además, nadie explica por qué ha de haber siempre generación, y cuál es la causa de la generación. Y los que ponen dos principios, tienen que admitir otro principio más importante, y los partidarios de las Especies, todavía otro principio más importante.
¿Por qué, en efecto, hubo o hay participación?
Y los demás tienen que reconocer la existencia de un contrario a la Sabiduría y a la Ciencia más valiosa, pero nosotros no; pues no hay nada contrario a lo Primero. En efecto, todos los contrarios tienen materia, y estas cosas son en potencia. Y la ignorancia contraria está frente a lo contrario; en cambio, lo Primero no tiene ningún contrario. Además, si no hay otras cosas fuera de las sensibles, no habrá principio, ni orden, ni generación, ni las cosas celestes, sino que habrá siempre un principio del principio, como tienen que admitir los teólogos y todos los físicos. Y, si existen las Especies o los Números, no serán causas de nada. Y, si son causas de algo, ciertamente no del movimiento. Además, ¿cómo de cosas sin magnitud puede surgir una magnitud y un continuo? El Número, en efecto, no puede hacer un continuo, ni como motor ni como especie. Por otra parte, ninguno de los contrarios puede ser precisamente causa eficiente o motriz, pues es capaz de no ser. Ahora bien, el hacer es posterior a la potencia. Por consiguiente, los entes no serían eternos. Sin embargo, lo son. Luego alguna de estas cosas tiene que ser declarada falsa. Y ya quedó dicho cómo.
Además, nadie dice qué es lo que da unidad a los números, o al alma y al cuerpo, o en general a la especie y a la cosa; ni es posible que lo diga, a no ser que diga, como nosotros, que lo hace la causa motriz.
Y los que presentan como primero el número matemático, y así siempre otra substancia inmediatamente siguiente y otros principios de cada una, tornan inconexa la substancia del Universo (pues una substancia no aporta nada a otra con su existencia o inexistencia), y multiplican los principios. Pero los entes no quieren ser mal gobernados.


«No es cosa buena el mando de muchos: uno solo debe ejercer el mando».(1)

(1) Homero, Ilíada

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